“¿Has
escuchado el tambor que está dentro de ti? Tu ritmo. Tu metrónomo. Tu
pulso. El tambor que suena golpe a golpe en cada ser humano.”
En
nuestra vida hemos dado por supuesto muchas cosas acerca de esta
existencia. ¿Cuántas personas se despiertan cada día y dicen: “Este
puede ser mi último día. Gracias por el día de ayer, gracias por el día
de hoy y gracias por este momento?” Sin embargo, en algún recodo de
nuestra mente, en la parte más profunda de nuestra alma, sabemos que no
hay ninguna garantía.
Muy
dentro de cada ser humano existe una sed, un clamor, una necesidad, un
deseo. No importa el idioma que hables, ni la religión que sigas, ni la
cultura de la que procedas. Esos son algunos de los compartimentos en
que se nos ha encasillado.
Cuando
nacimos, no éramos ricos ni pobres; eso viene después. Cuando nacimos,
no teníamos nombre, ni ideas, ni conceptos sobre este mundo. Existíamos,
no necesitábamos un nombre para estar vivos. Existíamos con lo esencial
de la vida; respirando, creciendo. La sangre circulaba, el corazón
latía. Y el proceso de la vida, cualquiera que fuese, seguía su curso.
Pero, a medida que crecemos, nos olvidamos de lo esencial y nuestra
perspectiva cambia. Perdemos la capacidad de observar a observar a otro
ser humano y decir: “Esa persona está viva como yo”, y punto. Eso es lo
esencial, la base, lo único que cuenta.
Sin
embargo, cuando miramos a otra persona, colocamos unos filtros delante
de ella y decimos: “¿Es guapa esa persona? ¿Es fea?” Y continuamos
diciendo: “Tiene la piel oscura, tiene la piel blanca, viste bien…” Es
como un ordenador algo tonto que no sabe lo que está sucediendo. En los
ordenadores, es posible poner la hora en las doce de la noche, aunque en
realidad sea otra hora. Puedes ir al panel de control, adelantar el
reloj ocho horas y crear un nuevo documento; la hora en ese documento
estará ocho horas adelantada. Al ordenador no le importará lo más
mínimo.
Todo
está o encendido o apagado, es bueno o malo, está bien o mal. Quizá nos
guste ser de ese modo. Tal vez sea así como la sociedad nos ha enseñado
a ser. Quizá sea así como hemos dejado que nos enseñen. Sin embargo,
¿Cuál es el precio que hemos tenido que pagar? Una cosa es decirle a un
ordenador que es medianoche, y otra muy distinta es que te lo digas a ti
mismo. Si miras al sol en California cuando son las doce del mediodía y
dices “Es medianoche”, algo anda mal.
Nos
hemos aplicado esa fórmula de bueno/malo, correcto/incorrecto a
nosotros mismos. Ya no tenemos la capacidad de ver la vida como es.
Ahora necesitamos cosas para creer en la vida. Necesitamos un libro que
nos diga: “¡La vida es maravillosa!” Necesitamos que alguien ponga una
pegatina en su coche que diga: “¡Sonríe!” ¿Por qué? ¿Hemos perdido la
capacidad de comprender? ¿Nos hemos quedado con razones, causas,
circunstancias, ideales y pensamientos, a cambio de la comprensión? Tal
vez lo hayamos hecho. Hoy día hemos cambiado muchas cosas por la
verdadera sed (de paz interior). La gente ya no es consciente de su sed.
Es consciente de las ideas ajenas, no de las propias. Es como si a un
hombre sediento que está en el desierto y quiere agua, se le da un
camión lleno de libros que tratan del agua. ¿Se le quitará la sed?
Miro
lo que está sucediendo. Tienes los hechos ante ti. Naciste y, ¿qué
crees que ocurrirá después, inevitablemente? ¿La muerte aparente? No. La
naturaleza no cree en eso. ¿Cuál crees que es la otra cara de la
moneda? Nacimiento/muerte, venir/marcharse. Y en medio, la existencia.
¿Cómo es la existencia? Es increíble. Tanto en los momento buenos como
en los malos, ahí está. No importa si se nos dispara la mente, si se nos
rompe el corazón o si se nos encoje el estómago. Sigues estando ahí,
una respiración cada vez, no dos, ni tres, ni cuatros; sino una cada
vez. Y, en esos momentos maravillosos, cuando la magia está en todas
partes y todo sale a mi gusto, sigue ocurriendo lo mismo: un aliento
cada vez. Tu ritmo, tu metrónomo, tu pulso, palpitando, un latido detrás
de otro. Pero, ¿lo has escuchado? A la gente le gustan los tambores,
pero hay un tambor que está dentro de ti. Un tambor que suena golpe a
golpe en cada ser humano, sin importar quién sea o lo que haga. Suena
incluso en los malos, en los más perversos. Sigue sonando. Es el pulso
de la vida que late como algo ajeno a todas las ideas que tenemos. ¿Qué
es esa cosa tan sorprendente? ¿Cuál es el milagro de la existencia? ¿Qué
ha sucedido aquí? ¿Es realmente una prueba? ¿Un juego? ¿Han sido
colocados los seres humanos en un circo, como en el Coliseo, para ver si
ganan o pierden? ¿O es esta existencia una bendición? No puede ser las
dos cosas.
No
pienses ni por un momento que no entiendo que es el dolor, pero tampoco
creas que no sé lo que es la dicha. Ambas cosas existen, y cuando miro,
veo una bendición. Veo la bondad de la existencia en la que se me ha
regalado este tiempo desde que nací; un tiempo limitado, no es para
siempre.
El
matrimonio de lo infinito y lo finito, de lo inmortal y lo mortal.
Fundidos, unidos. La conciencia, por medio de la cual puedo recordar,
puedo ir hacia delante, ir hacia atrás o estar en este momento, ahora,
donde puedo encontrar la verdadera dicha, la alegría, la satisfacción,
la armonía, la felicidad, no importa como lo quieras llamar.
El
tiempo dentro de mí, cuando puedo experimentar a través de mis medios
increíblemente infinitos, puedo empezar a sentir algo que no tiene ni
principio ni fin, algo que no tiene dimensiones y que no está sujeto al
tiempo. Entonces mi corazón se deleita.
Mi
cerebro se sorprende y mi corazón se deleita. Para algunas personas,
esto es una ambigüedad. Para mí, ésa es la naturaleza de ambos. El cerebro no puede entenderlo y no me preocupa, porque en mi reino interior reconozco la soberanía de mi corazón.
El tambor de la respiración
Hay una copla hermosa de la India que dice que el tema del infinito no es un tema de conversación. Todo lo que puedes hacer es sentirlo, experimentarlo, y después lo entenderás.
Todo el mundo quiere hablar de lo que es infinito, de lo que es Dios,
acerca de lo que es la vida. Pero no se puede hablar de la vida. La vida
hay que sentirla. ¿Te sientes vivo?
Cuando
digo esto, la gente piensa: “Por supuesto, estoy vivo por esto y esto y
esto.” Pero éstas no son las cosas que te hacen sentir vivo.
Se
le ha dado la oportunidad de estar vivo. En que toca el tambor de la
respiración. Tienes la conciencia, la posibilidad de la conciencia.
Tienes la posibilidad de recordar, tienes la posibilidad de olvidar.
Tienes el bien, tienes el mal. Tienes lo correcto, tienes lo incorrecto
Todas
las posibilidades están en ti. Nada es limitado. ¿Qué quieres? La
respuesta debe venir de tu corazón, desde el único lugar en el que se es
sincero, que está llamando en este momento.
Un
ser humano se debate en la ignorancia, porque está viviendo en la
incertidumbre. No tiene certeza del día de mañana. Y cuando un ser
humano no está seguro acerca de algo, ocurren dos cosas: O bien se
acepta eso y dice: “Yo voy a hacer algo al respecto”, o -como la mayoría
de la gente-se inventa una historia acerca del mañana. Y una vez que la
historia se ha hecho, se hará cualquier cosa para creer en esa
historia, lo que sea necesario. Pero es una historia. Y la historia no
elimina la incertidumbre.
Conocimiento,
entendimiento. Estas son las únicas cosas que pueden eliminar la
incertidumbre en esta vida para que pueda empezar a dar la bienvenida a
lo que es el mañana. No es lo que trae el mañana-lo que el mañana es.
La existencia es un milagro increíble. Mi anhelo, mi verdadero deseo es
sentirme vivo, sentir esta existencia. Quiero ser deslumbrado por el
milagro. Quiero ser testigo de ello.
Realmente
se trata de conocer la libertad en el interior-la libertad de entender.
¿Eres libre de entender o eres un esclavo de las ideas de otras
personas que prohíben la comprensión de cualquier otra cosa? Porque si
uno no tiene libertad para comprender, no es libre.
¿Eres
libre? ¿Es usted parte de un cuento de hadas, una historia que no
existe? ¿O usted es parte de una historia acerca de su tiempo y su vida
en la que no hay límite a la apreciación?
Cada
momento de tu vida es único. Nunca tendrás dos por igual. Esta es la
ciencia de la vida: cuando se empieza a apreciar cada momento. Para
tener un corazón tan abierto, una comprensión tan hermosa, y un anhelo
de satisfacción tan completa que cuando llegue ese momento, veas
exactamente lo que es.
Para descansar de la manera más profunda. Para volver a casa de verdad, no en una fantasía.
Para sentirse vivo, no porque alguien te dio permiso, sino porque te
sientes vivo a ti mismo. No se está pidiendo prestado a alguien la
comprensión, sino que comprendes. No se trata de las palabras. Es para
romper el muro de palabras y entrar en la realidad.
Tú
no tratas acerca de una historia, estás vivo, escucha el tambor de esa
respiración y baila. Estate emocionado porque estás vivo hoy en día, en
el interior, compréndelo. El punto de la existencia es para ver esta
pintura hermosa que Dios ha creado llamado “tu” de la manera más preciosa. Sólo cuando eso está sucediendo en tu vida puedes empezar a decir que estás vivo.
Cuando la gente encuentra la realidad dentro de ellos, la alegría es la recompensa. No es una fantasía, sino una realidad. Y la realidad es más hermosa que cualquier fantasía.