Este es el mundo que te salta al cuello cuando lees un periódico:
Ávidos rapaces agitando fétidos papeles
nos convierten en acumuladores de números,
fabrican instrumentos para despedazar nuestras carnes,
con líneas sangrienta dividen la Tierra
agitando trapos plenos de rayas y estrellas,
orgullosos de sus botas de plomo
y su mente de hielo dictan leyes
que encarcelan nuestras almas, sacerdotes insatisfechos
prometen un viscoso paraíso
enterrando sus garras moradas en cada acto vital,
facinerosos banqueros venden deudas a precios siniestros
usando el crédito como carnada asesina,
comerciantes inhumanos injertan en nuestro cerebro
publicidades venenosas que ocultan amenazas abstractas,
vendedores de narcóticos son promovidos
por los mismos asesinos uniformados que fingen combatirlos,
artistas egocéntricos lamen como perros sus ombligos sin fondo,
políticos despiadados haciéndose publicidad en cada uno de sus pestañeos,
matronas cabalgando en falos de acero al asalto de los sillones del poder,
mafiosos soberbios con maletas llenas de dinero depravado
venden sus acumuladores de ego a egoístas que se sienten vacíos,
mínimos personajes envainados en coches con marcas que aúllan platino,
los envenenadores del mar se reúnen con los envenenadores del aire,
de la tierra, de la sangre, para decretar el lapso de vida
que se permite a cada ciudadano antes de exterminarlo con la jubilación,
mujeres agrias que se auto definen como “ama de casa”
justifican con gritos de moral petrificada
las manos viscosas del cura que hurga
en la inocencia de sus domesticados hijos,
lobos se hincan unos a otros los colmillos para obtener mejor beneficio
en contratos amparados por una ley ramera
que justifica el robo a compradores de ilusiones,
brutos adiposos disfrazados de militar imponen a punta de bombardeos
sus sistemas ladrones,
ejércitos de lameculos, con corbatas impecables bajo sus lenguas sucias,
se levantan temprano, besan en la frente a su mujer,
enseñan a sus hijos a mantener la columna vertebral estirada como barra de acero
y parten hacia sus oficinas donde con insensata indiferencia
continúan destruyendo la transparencia del aire y la fertilidad de la tierra,
arquitectos asesinos de ventanas erigiendo falos de cemento
divididos en tumbas de techo bajo donde anidan
lívidos zombis de largos dedos blancos haciendo resonar sus teclados
para rellenarse los ojos con un aluvión de imágenes hechas de morfina,
televisores creciendo como hongos infectando la vida
con monigotes que exhiben sus caras de centro del mundo,
senos convertidos en pelotas para atraer glotones ópticos,
labios hinchados como ostras en brama, vulvas depiladas
mostrando impúdicas sus labios de engendro marino,
adolescentes vulgares despreciando lo sublime con su orgullo de parasitos,
payasos charlatanes elegidos como Presidente
por masas tragadoras de basura visual,
competencias futbolísticas ovacionadas por millares de patriotas tontos,
babeando de orgullo cuando una patada nacional
impulsa a una imbécil pelota dentro de una miserable red,
cerebros rellenos de palabras
devoradores de espacio, de tiempo, de imágenes, de sueños confitados,
falsos gurús con el corazón lleno de arena vendiendo aspirinas metafísicas,
empresarios de gran lujo crean mendigos con voz de santo,
mujeres elegantes con el rostro protegido por la placenta de sus hijos
visitan leprosarios repartiendo dedos de plástico y rosarios,
predicadores proclaman el fin del mundo para recoger después
los muebles que sus creyentes arrojan por la ventana.
¿En cuánto estamos vendiendo el respeto a nosotros mismos?
¿Se deslizará algún día por nuestra lengua
la palabra BASTA?
*
Alejandro Jodorowsky
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